La semana pasada fue el día internacional de la diabetes; una enfermedad que ha levantado la alerta internacional a nivel pandemia y que en México es ya una crisis de salud.
La obesidad es uno de los factores determinantes para esta enfermedad, también lo es la genética y la alimentación, sin embargo el más importante factor es que la comida y el sentido del gusto mexicano la favorecen grandemente.
Unos kisses de Hersheys, hechos en Estados Unidos, saben a leche y chocolate, los hechos en México, a azúcar y agua, todo por que es bien sabido por los fabricantes de esos artículos que a los mexicanos les gusta lo dulce. Los tradicionales dulces mexicanos son exquisitos, pero son extremadamente dulces: el merengue, la cajeta, la cocada, ni se diga del tradicional café de olla, con sus dos piloncillos por lo menos.
Ya en la edad adulta, el gusto del dulce se extiende a los refrescos, una coca cola Mexicana es más dulce que una americana porque sigue teniendo azúcar, no sustitutos, como la gringa; hasta las aguas frescas no son sanas, es más azúcar que nada.
Y es aterrador ver como hay gente que antes de probar el café ya le está poniendo azúcar, gente entre mis amigos que no he visto jamás tomar agua, puro refresco.
la diabetes puede declararse por un análisis de glucosa que excede ciertos números, o puede causar una crisis que es una manera muy amarga de enterarse que se tiene. Y una vez que se tiene, la vida no vuelve a ser igual, adios dúlces, harinas, grasas; toda la dieta cambia y muy pocos diabéticos se hacen a la idea, por lo general comen dulces a escondidas y se engañan así mismos y a sus seres queridos; mi padre, por ejemplo, era diabético y por más que se lo prohibían, se atascaba una Pepsi Max de dos litros cada domingo. Simplemente no pueden.
La diabetes cambia muchas cosas, una herida no cierra tan fácil, con el tiempo la vista se pierde y los riñones fallan; es una enfermedad incurable, pero se puede controlar, no mata, pero sí causa un cuadro clínico letal.
Ni siquiera se trata de llevar una vida sana y comer yerbajos, pues el reloj genético tiene su propia agenda; simplemente se trata de bajarle: al azúcar, a las harinas y a las grasas.
Así que pueden empezar dejando de ponerle una cucharada de azúcar menos al café o que uno de los refrescos, lo cambien por agua.